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Ni en paz descansan

Resulta que en cierto recién inaugurado -y puntero- centro hospitalario castellano y leonés se les olvidó planificar la puesta en marcha de las cámaras frigoríficas para cadáveres. Como si ninguno de los pacientes fuese a tener el mal gusto de estirar la pata en un hospital de última generación. La situación alcanza tintes surrealistas cuando se conoce que los encargados de la sala de necropsia mantienen las ventanas abiertas para que el frío de enero conserve lo mejor posible el cuerpo del finado antes de que el servicio funerario se haga cargo de él. Pues eso, que algunos se empeñan en que no descansemos en vida y tampoco cuando nos llega la hora. Y es que los tiempos avanzan que son una barbaridad. ¿O no?

Los caminos del Señor

Los caminos del Señor

Resulta curioso cómo Javier Fesser es capaz de plasmar cualquier tipo de situación, por onírica que parezca, con total verosimilitud. Ya lo demostró en sus aclamados cortometrajes (Aquel ritmillo y El secdleto de la tlompeta) y en su debut en el largo El Milagro de P. Tinto. Un personalísimo estilo que regresa, potenciado por inspirarse en una historia real, con Camino.

Camino no es, aunque lo parezca, una historia sobre el Opus Dei. Es una historia sobre la vida, a secas. Bueno, en realidad tampoco es sólo una historia sobre la vida, ya que la muerte juega un papel fundamental en la narración. Fesser aplica quintales de ironía diseminada con cuentagotas por cada plano de su filme para dibujar un moderno cuento de hadas con final ¿feliz?

El director, guionista y montador además retrata con emocionante credibilidad una realidad social casi olvidada en la España actual, pero que pervive contra viento y marea. Aquí es donde cobra especial interés la visión que Javier Fesser realiza del legado de José María Escrivá de Balaguer.

Sin duda la película ha levantado ampollas, incluso llagas, en los sectores católicos ultraconservadores. Pero lejos de regodearse con la crítica a la Obra, Fesser utiliza su particular perspectiva de los hechos que llevaron a la cuasi beatificación de Alexia González-Barros para reflexionar sobre el amor, la pérdida de la inocencia y, sobre todo, la vida.

Película vitalista donde las haya, Camino se muestra como un acertadísimo ejercicio de estilo, aún con sus cargas comerciales (la inclusión de Russian Red en la banda sonora, por ejemplo). Mención especial merecen los padres de la niña -preciosa Nerea Camacho-, unos geniales Carme Elías y Mariano Venancio que se han asegurado el Goya de este año.

Y por último. Se agradece la falta de intención moralizante en las casi dos horas y media de película. Aquí no hay malos ni buenos. La vida es así. Lo realmente siniestro es encuadrar dentro de la normalidad un discurso fanático que haría rasgarse las vestiduras de todo el civilizado Occidente si proviniera de otras religiones.

Cuando éramos reyes

Se nos va uno de los grandes. Y lo malo no es que se vaya, sino cómo. El cáncer pone fecha de caducidad a la vida de Paul Newman. El mejor actor de la historia. Sus pulmones, lejos de insuflarle vida, se la quitan a cada bocanada de aire. Sólo le quedan unas semanas, según los médicos, y él ha pedido permanecer en casa, con los suyos, antes de hacer su último mutis.

Hasta pronto, maestro.

De la cálida Zahara a la gélida Rusia

De la cálida Zahara a la gélida Rusia

El poblado mundo de la canción de autor tiene un coto privado en el colectivo femenino. Cantantas, Aído dixit, como Tiza, Lantana, Rebequita Jiménez o las dos que nos ocupan: Zahara y Russian Red. La verdad es que la actuación que tengo más reciente es la de esta última, la madrileña Lourdes Hernández, quien tomó su nombre artístico del pintalabios que utiliza. Gracias al fenómeno myspace -y a youtube, no lo olvidemos- el primer álbum de Russian Red, I love your glasses, se ha convertido por méritos propios en una de las sorpresas del 2008. Un disco intimista, con armonías sugerentes jalonadas por una voz poderosa que brota a borbotones de un cuerpo frágil. ¡Quién lo diría al escucharla! Sin embargo, los halagos a la señorita Hernández se quedan aquí. Es más que correcta en directo, pero no engancha. Su halo de misterio, sus canciones en un perfecto y eufónico inglés y su aire de ’soylanuevaestrelladelaradio(3)’ sólo consiguen alejarla del público. Y eso que en una sala como el Café Teatro vallisoletano esto es casi imposible. Por cierto, ¿no se deberían plantear cambiar el nombre del sitio y llamarlo La Sauna?

La ’rusa’ llegada de los madriles -«uno de mis abuelos era de Valladolid», fue su único intento de contactar con el centenar de sufridos (y sudados) espectadores que la disfrutaron unos escasos 60 minutos sobre el escenario de La Sauna. Llegó -media hora tarde-, tocó y se marchó... Suena bien, canta mejor, pero su mayor éxito ha sido elegir su alter ego musical. Fría, gélida... Conociendo a la crítica, llegará lejos. Más allá del gulag, seguro.


Caso aparte es el de la granadina Zahara (¿es su nombre real?). Llegó, vio y venció justo una semana antes que su colega de cantautoría, de nuevo homenaje a la ministra. Diminuta, llena de gracia, armada con una guitarra de la que sacaba la rabia que a su garganta le faltaba, Zahara desgranó sobre el escenario un repertorio de soledades, dilemas, alegrías y tristezas regadas con humor a lo Faemino y Cansado entre canción y canción y endulzadas con lacasitos, corazones de fieltro y globos de colores por todo el escenario. Sin prisa, pese al calor (sí, lo adivinaste; Zahara también actuó en La Sauna) la granadina aguantó casi hora y media delante de otro batallón de valientes que pasaban de la lágrima a la carcajada movidos por una Alicia de provincias que ha logrado crear su propio país de las maravillas. Toda la calidez que regala Zahara le falta a Lourdes. Y a la hora de cantar, la de Granada no le va a la zaga a su colega madrileña. No en vano, Universal anuncia que le publicará un disco en breve. Ojalá para aquellos entonces no se hayan acabado los chistes, los lacasitos y los corazones entrelazados con los dedos al final de cada actuación.

 

 

 

La redención de la eterna promesa

El séptimo trabajo del madrileño Quique González lleva por sugerente -y profético- título, Avería y redención. Y tras disfrutarle en directo durante dos horas, cualquier persona con dos orejas a ambos lados de la cabeza debe certificar que el veterano cantautor (sic) ha dejado de lado el sambenito de eterna promesa del rock español para erigirse en un más que digno sucesor de sus admirados iconos del otro lado del océano (Petty, Paez, Earle, Buckley...). La gira en la que Quique, don Enrique a partir de ahora, se embarcó a finales del año pasado ha logrado redimir al eterno perdedor ante sus incondicionales y además -y no es moco de pavo- granjearse una pléyade de curiosos que acuden a sus conciertos atraídos por los ecos de su anterior trabajo en directo, Ajuste de cuentas. Todo esto sirve para que las vidas de unos y otros se crucen en uno de esos momentos místicos que sólo tienen explicación para aquellos que pudieron comprobarlos en carne propia. Aún así, merecen ser recordados, y he aquí el porqué de esta crónica.

Todo funcionó a la perfección (visita estelar de Pancho Varona y familia incluida), pero más allá de lo ensayado, también hubo lugar para la emoción sincera. Para el nudo en la garganta del tipo que le regaló una canción maldita al no menos maldito icono de la movida madrileña vía adaptación de un poema del granadino Luis García Montero . En este momento de la noche fue cuando don Enrique se mostró sin tapujos. Bromeó con Jacob -su bajista de toda la vida- y se terminó de meter al público en ese bolsillo plagado de trozos de servilletas y envoltorios de azucarillos en los que garrapatea su próxima venganza emocional ante esta vida de mierda que le (nos) ha tocado vivir.

Tan a gusto estaba, que no se quería ir. Ya había desgranado una docena de canciones de su séptimo trabajo cuando echó la vista atrás. Al principio se rió de su propia sombra: «Nunca lo hago, pero hoy he leído una reseña en el periódico en la que se refieren a mí como 'el veterano cantante'... Siempre había querido algo así». Pero después, este moderno Peter Pan del Rock & Roll, cosido a sus recuerdos por el hilo de la infinita infancia («Yo me libré porque nací en el 73»), se relamió el 'salitre' de sus labios («...Te conocí a la orilla del Pisuerga») para regalar a un repleto auditorio alguno de sus pequeños tesoros aún sin título («Estoy dudando entre dos...»). Un acto de exorcismo de sus propios fantasmas emocionales que, paradojas del destino, logra conectar con cientos de seres que lo observan agazapados en la penumbra.

Quizá por eso, y como colofón a una noche de ensueño, pedía don Enrique -en el último bis- una y otra vez que le encendieran las luces del auditorio. «Por favor, encended las luces. Quiero ver a la gente». Y de nuevo apareció Quique, el chico huidizo que pasa desapercibido cuando camina a tu lado, y se cruzó en nuestras vidas. Esta vez para quedarse.

 

 

Repaso al año que se va

2007 nos deja. Parece que fue ayer cuando pasábamos juntos nuestra primera Nochevieja a medias, eso sí, después de la medianoche.
Ahora, para bien, todo ha cambiado. Y no quereremos que los cambios afecten muchas más cosas que los últimos dígitos de cada año. Así que aquí viene el repaso a lo mejor del año que se va, para no volver. Lo bueno y lo malo quedan almacenados en el cajón de nuestra memoria. Algunas cosas durarán eternamente y otras, simple y llanamente, se irán para siempre.

Entre lo que permanece en nuestro recuerdo destacamos:

Mejor canción del año: R. - When your mind's made up - Once OST | M. No me acuerdo de olvidarte -Facto De la Fe y Las Flores Azules

Mejor disco del año: R. The Shepperd's Dog - Iron & Wine | M. 12 Segundos De Oscuridad - Jorge Drexler

Mejor película del año: R. y M. Once

Mejor mes del año: R. Agosto (entero) | M. Junio (juntos)

Qué lugar simboliza el año: R. La cocina | M. Gijón

Mejor concierto del año: R. Jorge Drexler | M. Fito y Fitipaldis

Esto no se para... Dale gas!

¿Cuántas veces conoces al amor de tu vida?

Felices 366 días. El nuevo año trae uno de regalo. Este es nuestro tesoro, la vida. No lo malgastéis, no hay más.

 

Aprendizaje

Casi dos meses después, aquí estoy de nuevo. Tengo tantas cosas que contar que no sé cómo, ni por dónde, empezar. He visto y sentido cosas que nunca pensé que podría llegar a descubrir. Me he reconciliado con la especie humana, o al menos con una parte de ella, y he aprendido mucho. Porque ése es el mayor regalo que me han deparado estos últimos días/semanas/meses. Siempre hay alguien, quien menos te lo esperas, que te enseña algo. Y cuando esas enseñanzas, esas 'lecciones de vida', provienen de personas que a priori lo tienen mucho más difícil que tú para ser felices en esta mierda de vida, entonces es cuando más cuenta te das de lo que realmente importa. Pero sobre todo, de quienes realmente importan.
 
Así que GRACIAS. Así, con mayúsculas por enseñarme a ver la vida con ojos de niño de nuevo. por permitirme desaprender a vuestro lado y por haberme conseguido hacer un poquito más persona de lo que era antes de viajar con vosotros a los Puertos Nuevos. Gracias a Alfre, a Ele, a Manu; gracias a M. (por llevarme de vacaciones) y a todo el Equipo G. Todo es muy fácil con personas así a mi lado. PERSONAS, auténitcos seres humanos que no dejan de impartir lecciones magistrales desde las 8.00 de la mañana.
 
¿Cuándo repetimos?
 
 

¡Suerte, maestro!

Ocurrió. Hace meses que se veía venir , pero ha sido un martes cualquiera de junio. Hoy a las 9.30 y con 69 almanaques a sus espaldas José Luis Cantero, El Fary, ha dejado este mundo. Quizá la noticia se puede tomar a broma, pero no es el caso. Ése insigne y polifacético cantante de tonadilla español (no es mío, es de F&C) ha dicho adiós y ha pasado a engrosar esa larga lista de personas que formaron parte de mi niñez, de mi juventud y de parte de mi incipiente madurez, a las que ya sólo podré acudir a través de mis recuerdos. Vaya con Dios, maestro.

 

 

 

Impares

Siempre nos han acompañado a lo largo de nuestra vida. Sin saber ni por qué ni por qué no, ahí están. Mires donde mires te encuentras con ellos. Además, son capaces de despertar un inexplicable sentimiento de ternura. Quizá por el simple hecho de 'descuadrar' a los ojos de los ordenados espectadores de la realidad. Sin embargo, a veces, la realidad nos guiña un ojo —sólo uno, claro— para que nos demos cuenta de que ellos también tienen derecho a ser felices. Todo es cuestión de observar a nuestro a nuestro alrededor; están en los números de teléfono, en las matrículas de los coches, en los DNI... Incluso en los portales y en los números y letras de los pisos. Número 7, 1º E. No suena mal, ¿verdad?

 

 

 

 

 

 

Dedos cruzados

Ya lo contaba/cantaba el ínclito noi del Poble Sec, Joan Manuel Serrat, hoy puede ser un gran día... ¡Quién sabe! Mientras mis dedos corren nerviosos sobre las ajadas teclas de este ordenador, por mi cabeza desfilan a cámara lenta miles de imágenes entrecruzadas con sueños e ilusiones. Y parafraseando a Federico García Lorca, estoy lírico yo hoy, en su famoso Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías:

«A las siete de la tarde. Eran las siete en punto de la tarde».

Hasta entonces, sólo podemos cruzar los dedos...

Suma y sigue

Me consta que mis muchos y fieles lectores se sentirán altamente defraudados por no dedicar ni una sola línea al caso Evasión en la granja, también conocido como Chicken run (Aquí se va a montar un pollo...). Pero el trajín diario (he dicho trajín, no 'aji'; malpensados) impide en ocasiones disfrutar de unos minutos a solas frente al teclado. Cosa de la que me alegro infinito, todo sea dicho de paso. Pues bien. En este remanso vespertino del martes me dispongo a dar fe de una nueva singladura en nuestra vida. En este caso me refiero a mediamitad y yo, y eso es decir mucho, mucho más que una vida, incluso. De hecho, yo diría que puede que dos, aun con riesgo de equivocarme.
 
En fin, como se puede comprobar he ido olvidando las matemáticas en aras de un mayor conocimiento cosmogónico acerca de la naturaleza humana. Lo cual, tras un breve discurrir de apenas un par de segundos, me ha llevado a la conclusión de que el hombre (en genérico, no quiero luego absurdeces de esas de género y número) nace crece se reproduce y muere. En el entretanto también tiene la sana costumbre de alimentarse, (y no; no he dicho pollo, malpensados). Total, que como todo esfuerzo por tratar de desenmarañar los finos hilos que tejen las sinapsis neuronales y habitan en los recovecos del gnumen es inútil, me he decantado por el modo de vida epicúreo. Qué conste que tuve mis dudas. Una tardenoche nada más salir del cine, de ver 300, me notaba yo como más espartano que otra cosa. Las cervezas subsiguientes se encargaron de despejar mis dudas, aunque nublaron mi mente y desde entonces sólo soy capaz de pensar en verde. Y ustedes, vosotros, se preguntarán: a qué viene todo esto. Gran pregunta, ojalá viva lo suficiente como para poder responderos uno a uno, y lo que es más, individualmente.
 
Ayer descubrí que una vieja amiga se casa coincidiendo con la 'Noche de San Juan' y hoy me levanté con el recuerdo de que (también) anoche besé los labios que me pierden. Una vez más, otro mes más. De estas matemáticas no he olvidado ni un signo...

Como Ángel Nieto

Como el zamorano, pero sin moto. Y pese a todo, con las mismas ganas de seguir quemando etapas y ver pasar delante de nosotros más banderas de cuadros. Hasta llegar, por fin, a la meta final. Ésa que rozamos con las yemas de los dedos.

«No quiero saber cuando me voy a divorciar sin haberme casado». Y ella le abrazó durante un segundo que se volvió eterno y ambos comprendieron que hay cosas que sólo pasan una vez en la vida. Y es ésta.

Primum non nocere

La traducción de la locución latina primum non nocere, atribuida a Hipócrates, acepta varias formas, aunque se reconocen diferencias sutiles entre ellas:

  • Primero no hacer daño
  • Sobre todo no hacer daño
  • Ante todo no hacer daño
  • Primero que nada no dañar
  • Antes que nada no dañar

En su interpretación más literal, el primum non nocere provocaría una parálisis operativa, pues obligaría a evitar cualquier acción médica, dado que todas ellas tienen el riesgo de dañar. La potencialidad de hacer daño es inherente a la práctica de la medicina. Sin embargo existen ciertas premisas propias del propio actor de sanar. Más que no hacer daño, el precepto contenido en el juramento hipocrático considera una auténtica ponderación del cociente beneficio/daño, es decir, la decisión que en algunos casos vale la pena correr el riesgo de producir una daño puesto que se obtendrá un beneficio considerable y, en todo caso, siempre intentando minimizar tanto el riesgo como la magnitud del daño mismo.
 
Supongamos por un instante que el daño ya está hecho. Imaginemos que alguien ha sido capaz, sin ningún tipo de arrepentimiento por su parte y jactándose de sus actos, de asesinar a 25 personas. Supongamos de igual modo que esa misma persona decide infligirse un daño mortífero; pongamos por caso una huelga de hambre. Nos encontramos pues ante un dilema moral: ayudar al asesino o no obrar y respetar su voluntad. Para mí la respuesta es bien sencilla. Primum non nocere. O dicho en román paladino, si ésa es tu voluntad adelante con ella hasta las últimas consecuencias. De otro modo dejamos una peligrosa puerta abierta ante casos similares que acabarían por desmerecer y dejar inservibles los preceptos del Estado de Derecho. Sobre todo, porque para solicitar que te liberen de ese 'gravísimo daño' al que te autosometes lo primero que debiste pensar, alimaña, fue en no dañar a los demás.

Tiempo

Un error en el servidor de Blogia se llevó el post del concierto de Jorge Drexler y no suelo guardar copia de lo que escribo. Así que aquella noche queda en la memoria de los que la vivimos. Como queda impreso en cada poro de mi piel cada día, cada mirada, cada caricia, cada susurro y cada abrazo de estos fugaces 365 días. Todas las noches de luna, de cuarto creciente a llena, de miel  y piruletas, de regalices, niños perdidos y despertares abrazados a un futuro siamés. Antes de ti... Ya no sé cómo era antes de ti.

A felicidade

A felicidade

Un día, hace ya mucho tiempo, descubrí que no me gustaba mi cara al sonreir. Pasé muchos años sin mostrar mi felicidad, en las escasas ocasiones en que ésta se presentaba ante mí, hasta que de repente te conocí. Ahora he aprendido a ser feliz. Y a sonreir con los ojos.
Tristeza não tem fin, felicidade sim.

Once

Once son los jugadores de un equipo de fútbol, de uno cualquiera. No voy a entrar en el '(o)caso Ronaldo' ni en el 'toreo Becks'. Tampoco en el debate de la titularidad del 'Pibito' o la vuelta de 'Samu' a los entrenamientos. No. Este once no es el número de jugadores de un equipo de fútbol, ni el de apóstoles que no traicionaron a Jesús. Tampoco se refiere a ningún acertijo cabalístico, ni nada parecido. Once es tan sólo el tiempo que estamos juntos. Y digo tan sólo porque parece que todo empezó ayer. Que aquel viernes de madrugada sucedió la semana pasada o hace dos noches. Incluso hoy, cuando salgamos abrazados del cine, todo volverá a oler igual. Porque cada día es único y especial a tu lado. ¡Ya era hora! Por fin la felicidad encontró un huequito en el que acomodarse y ser ella misma. Ser feliz.

Todo comienza de nuevo

Es como la novela de Michael Ende, La historia interminable. Todo comienza un buen día y sigue y sigue sin parar por la eternidad de los tiempos y siempre jamás, amén. Y así hemos empezado el 2007 Mediamitad y yo. Nada más que 'de trabajar' y 'de trabajar'. Creo que el primer fin de semana del año ha sido el primero, claro, y el único de relax hasta el último de febrero. Que se dice pronto (prueba a decir febrero así deprisa como si tuvieras que contestar en el Pasapalabra. Fero. Sí, suena raro, pero se dice pronto...) pero son dos meses así, nada más empezar el año. Por otro lado, y siendo más positivos, hay gente que lo tiene peor. Desde luego que habrá algunos que lo tengan mejor, eso pasa siempre, pero; la cosa es que hay otros (muchos) que lo tienen peor que nosotros. Y a todo esto hay que añadirle algo importante: ilusión. Porque sin ella los días se hacen eternos, las semanas meses y 2007 parece que no ha hecho más que empezar y no se va a acabar nunca. Ah, que no ha hecho más que empezar... Vale, perdón.
Y una noche más me siento delante del ordenador, sí sé que debería hacerlo más a menudo, pero ¿cuándo?, y me propongo no enrollarme contando tonterías que quizá sólo le interesan a una persona o tal vez a dos, una de ellas muy aburrida o que ya se ha leído hasta la etiqueta de los champús. Pero es lo que hay. Me sigo quejando de que me falta tiempo para ver a mis amigos, esos chicos tan agradables con los que recibí el año y desde entonces no los he visto. Me quejo de que mi trabajo me ocupa unas diez horas al día, aunque sólo es durante tres días. Me quejo de que las clases me ocupan los cuatro restantes y, por último, me quejo de que no te veo todo lo que quiero. Y de nuevo volvemos a empezar, como en el libro de Ende. Y no me quejo de que el tiempo bata récords del mundo de la velocidad cuando estamos juntos, de eso no me voy a quejar nunca. Sí me quejo de no poder disfrutar de más (tiempo) a tu lado. Ah, y 'ende' significa fin en algún idioma de personas serias y aburridas. Así que para no aburriros, hasta aquí hemos llegado. Al menos por esta noche.

Navidad

¿Quién dijo que la Navidad no existe? Sin duda fue el mismo estúpido que se cargó a todas las hadas del País de Nunca Jamás. Y es que, ¡a quién se le ocurre! Es algo que sabe todo el mundo. Que si no les prestas atención, tanto a las hadas como a los duendes, se mueren. Menudo trabajo les costó a los Niños Perdidos, capitaneados por ese muchacho andrógino que siempre grita: ¡Quiquiriquí! cuando está contento. Menos mal que, al final y después de mucho esfuerzo —de mucho agitar de nubes y de soplar la espuma de las olas—, entre todos consiguieron resucitar a las hadas. Y eso me temo que habrá que hacer con los descreídos que han intentado, sin éxito, una y otra vez asesinar a la pobre Navidad. Ella que no le hace daño a nadie, que aparece vestida de rojo y verde justo ahí, a la vuelta de la esquina y se enreda en las piernas de la gente mientras caminan a toda prisa para engañar al frío. Es la misma mujer que se esconde debajo de las mesas, durante las cenas, y logra arrancar sonrisas hasta del más cascarrabias. La que se cuelga de los mofletes de los niños para que tengan esas caritas sonrosadas y les brillen los ojos.

Ah, ¡ya sé quien debe de haber sido! Me refiero al malvado que quiere acabar con la pobre y anciana señora Navidad. Sin lugar a dudas será el maldito Consumismo. Ese patán vestido con bolsas de El Corte Inglés, taaaan estirado siempre y que sólo se preocupa de meterse en los bolsillos de los pobres y vaciarlos mientras les hace creer que así van a ser más felices. Por suerte, el ejército del Niño Perdido ya sabrá a quien me refiero y le van a dar su merecido a ese mequetrefe enclenque que no para de contar los billetes de su cartera. Estoy seguro de ello. Y si no lo sabe aún, se lo contaré esta noche, justo después de que me despierte con sus golpecitos en la ventana de mi habitación. Como lleva haciendo todas las noches desde que tengo memoria. Para contarme cómo ha vencido una vez más a los piratas en una lucha sin igual, y llenarme la cabeza con las historias de las sirenas y los indios, de los Rugientes y del bueno de Smee y de Tootles y de todos los exploradores embarcados en una nueva aventura. El mismo niño que no para de recordarme lo que fui y lo que nunca debo perder. Nunca Jamás. ¿Verdad que sí, Peter?

Ilusión

Ya huele a Navidad. Las mañanas tienen ese puto frío que te cala los huesos y te hace estar destemplado y con mal cuerpo todo el tiempo. Mis semanas se hacen eternas, sólo las salva lo mejor del día, casi antes de dormir. Tú. Somos receptáculos de emociones, vida, sonrisas, preocupaciones... Un vaivén emocional sin freno que lucha contrarreloj y no se cansa de luchar después de casi nueve meses. Nuestro parto particular viene con retraso. Habrá que esperar a marzo para no preocuparnos de horas ni horarios. Para poder vivir en horizontal lo mejor del día, varias veces incluso. Así que ya he comprado mi boleto particular, ya le he puesto precio a mi ilusión. Más allá de seis números, o cinco números y dos estrellas los viernes. Más allá del subidón bursátil. Aunque, en realidad esta ilusión de la que hablo no tiene precio; y, en caso de que lo tuviera no se podría contar en dólares o euros. Quizá en libras esterlinas... por aquello del cambio. Sí, eso es lo que necesitamos; un cambio. Por pedir...

Escritores en paro

Se dice, se comenta, se rumorea, que la prensa no pasa por su mejor momento . Tampoco los blogs, ese fenómeno que se puso de moda hace ya ¡dos años! Aunque sigue habiendo locos que escriben en ellos: tanto los blogs como los periódicos. Dentro de una década puede que nos encontremos con que la lista del paro la engrosan fallidos Pérez Revertes o Casciaris, por citar sólo dos ejemplos de personas sin especial talento que sí gozan del reconocimiento general. Y mientras, a la espera de tener dinero suficiente para montar una churrería, ya que los cibers tampoco dan dinero, uno sigue erre que erre. Incluso a intempestivas horas de la madrugada, verbigracia.