Blogia
envozalta

En mi cabeza

Cuando éramos reyes

Se nos va uno de los grandes. Y lo malo no es que se vaya, sino cómo. El cáncer pone fecha de caducidad a la vida de Paul Newman. El mejor actor de la historia. Sus pulmones, lejos de insuflarle vida, se la quitan a cada bocanada de aire. Sólo le quedan unas semanas, según los médicos, y él ha pedido permanecer en casa, con los suyos, antes de hacer su último mutis.

Hasta pronto, maestro.

Suma y sigue

Me consta que mis muchos y fieles lectores se sentirán altamente defraudados por no dedicar ni una sola línea al caso Evasión en la granja, también conocido como Chicken run (Aquí se va a montar un pollo...). Pero el trajín diario (he dicho trajín, no 'aji'; malpensados) impide en ocasiones disfrutar de unos minutos a solas frente al teclado. Cosa de la que me alegro infinito, todo sea dicho de paso. Pues bien. En este remanso vespertino del martes me dispongo a dar fe de una nueva singladura en nuestra vida. En este caso me refiero a mediamitad y yo, y eso es decir mucho, mucho más que una vida, incluso. De hecho, yo diría que puede que dos, aun con riesgo de equivocarme.
 
En fin, como se puede comprobar he ido olvidando las matemáticas en aras de un mayor conocimiento cosmogónico acerca de la naturaleza humana. Lo cual, tras un breve discurrir de apenas un par de segundos, me ha llevado a la conclusión de que el hombre (en genérico, no quiero luego absurdeces de esas de género y número) nace crece se reproduce y muere. En el entretanto también tiene la sana costumbre de alimentarse, (y no; no he dicho pollo, malpensados). Total, que como todo esfuerzo por tratar de desenmarañar los finos hilos que tejen las sinapsis neuronales y habitan en los recovecos del gnumen es inútil, me he decantado por el modo de vida epicúreo. Qué conste que tuve mis dudas. Una tardenoche nada más salir del cine, de ver 300, me notaba yo como más espartano que otra cosa. Las cervezas subsiguientes se encargaron de despejar mis dudas, aunque nublaron mi mente y desde entonces sólo soy capaz de pensar en verde. Y ustedes, vosotros, se preguntarán: a qué viene todo esto. Gran pregunta, ojalá viva lo suficiente como para poder responderos uno a uno, y lo que es más, individualmente.
 
Ayer descubrí que una vieja amiga se casa coincidiendo con la 'Noche de San Juan' y hoy me levanté con el recuerdo de que (también) anoche besé los labios que me pierden. Una vez más, otro mes más. De estas matemáticas no he olvidado ni un signo...

Primum non nocere

La traducción de la locución latina primum non nocere, atribuida a Hipócrates, acepta varias formas, aunque se reconocen diferencias sutiles entre ellas:

  • Primero no hacer daño
  • Sobre todo no hacer daño
  • Ante todo no hacer daño
  • Primero que nada no dañar
  • Antes que nada no dañar

En su interpretación más literal, el primum non nocere provocaría una parálisis operativa, pues obligaría a evitar cualquier acción médica, dado que todas ellas tienen el riesgo de dañar. La potencialidad de hacer daño es inherente a la práctica de la medicina. Sin embargo existen ciertas premisas propias del propio actor de sanar. Más que no hacer daño, el precepto contenido en el juramento hipocrático considera una auténtica ponderación del cociente beneficio/daño, es decir, la decisión que en algunos casos vale la pena correr el riesgo de producir una daño puesto que se obtendrá un beneficio considerable y, en todo caso, siempre intentando minimizar tanto el riesgo como la magnitud del daño mismo.
 
Supongamos por un instante que el daño ya está hecho. Imaginemos que alguien ha sido capaz, sin ningún tipo de arrepentimiento por su parte y jactándose de sus actos, de asesinar a 25 personas. Supongamos de igual modo que esa misma persona decide infligirse un daño mortífero; pongamos por caso una huelga de hambre. Nos encontramos pues ante un dilema moral: ayudar al asesino o no obrar y respetar su voluntad. Para mí la respuesta es bien sencilla. Primum non nocere. O dicho en román paladino, si ésa es tu voluntad adelante con ella hasta las últimas consecuencias. De otro modo dejamos una peligrosa puerta abierta ante casos similares que acabarían por desmerecer y dejar inservibles los preceptos del Estado de Derecho. Sobre todo, porque para solicitar que te liberen de ese 'gravísimo daño' al que te autosometes lo primero que debiste pensar, alimaña, fue en no dañar a los demás.

Tiempo

Un error en el servidor de Blogia se llevó el post del concierto de Jorge Drexler y no suelo guardar copia de lo que escribo. Así que aquella noche queda en la memoria de los que la vivimos. Como queda impreso en cada poro de mi piel cada día, cada mirada, cada caricia, cada susurro y cada abrazo de estos fugaces 365 días. Todas las noches de luna, de cuarto creciente a llena, de miel  y piruletas, de regalices, niños perdidos y despertares abrazados a un futuro siamés. Antes de ti... Ya no sé cómo era antes de ti.

Todo comienza de nuevo

Es como la novela de Michael Ende, La historia interminable. Todo comienza un buen día y sigue y sigue sin parar por la eternidad de los tiempos y siempre jamás, amén. Y así hemos empezado el 2007 Mediamitad y yo. Nada más que 'de trabajar' y 'de trabajar'. Creo que el primer fin de semana del año ha sido el primero, claro, y el único de relax hasta el último de febrero. Que se dice pronto (prueba a decir febrero así deprisa como si tuvieras que contestar en el Pasapalabra. Fero. Sí, suena raro, pero se dice pronto...) pero son dos meses así, nada más empezar el año. Por otro lado, y siendo más positivos, hay gente que lo tiene peor. Desde luego que habrá algunos que lo tengan mejor, eso pasa siempre, pero; la cosa es que hay otros (muchos) que lo tienen peor que nosotros. Y a todo esto hay que añadirle algo importante: ilusión. Porque sin ella los días se hacen eternos, las semanas meses y 2007 parece que no ha hecho más que empezar y no se va a acabar nunca. Ah, que no ha hecho más que empezar... Vale, perdón.
Y una noche más me siento delante del ordenador, sí sé que debería hacerlo más a menudo, pero ¿cuándo?, y me propongo no enrollarme contando tonterías que quizá sólo le interesan a una persona o tal vez a dos, una de ellas muy aburrida o que ya se ha leído hasta la etiqueta de los champús. Pero es lo que hay. Me sigo quejando de que me falta tiempo para ver a mis amigos, esos chicos tan agradables con los que recibí el año y desde entonces no los he visto. Me quejo de que mi trabajo me ocupa unas diez horas al día, aunque sólo es durante tres días. Me quejo de que las clases me ocupan los cuatro restantes y, por último, me quejo de que no te veo todo lo que quiero. Y de nuevo volvemos a empezar, como en el libro de Ende. Y no me quejo de que el tiempo bata récords del mundo de la velocidad cuando estamos juntos, de eso no me voy a quejar nunca. Sí me quejo de no poder disfrutar de más (tiempo) a tu lado. Ah, y 'ende' significa fin en algún idioma de personas serias y aburridas. Así que para no aburriros, hasta aquí hemos llegado. Al menos por esta noche.

Navidad

¿Quién dijo que la Navidad no existe? Sin duda fue el mismo estúpido que se cargó a todas las hadas del País de Nunca Jamás. Y es que, ¡a quién se le ocurre! Es algo que sabe todo el mundo. Que si no les prestas atención, tanto a las hadas como a los duendes, se mueren. Menudo trabajo les costó a los Niños Perdidos, capitaneados por ese muchacho andrógino que siempre grita: ¡Quiquiriquí! cuando está contento. Menos mal que, al final y después de mucho esfuerzo —de mucho agitar de nubes y de soplar la espuma de las olas—, entre todos consiguieron resucitar a las hadas. Y eso me temo que habrá que hacer con los descreídos que han intentado, sin éxito, una y otra vez asesinar a la pobre Navidad. Ella que no le hace daño a nadie, que aparece vestida de rojo y verde justo ahí, a la vuelta de la esquina y se enreda en las piernas de la gente mientras caminan a toda prisa para engañar al frío. Es la misma mujer que se esconde debajo de las mesas, durante las cenas, y logra arrancar sonrisas hasta del más cascarrabias. La que se cuelga de los mofletes de los niños para que tengan esas caritas sonrosadas y les brillen los ojos.

Ah, ¡ya sé quien debe de haber sido! Me refiero al malvado que quiere acabar con la pobre y anciana señora Navidad. Sin lugar a dudas será el maldito Consumismo. Ese patán vestido con bolsas de El Corte Inglés, taaaan estirado siempre y que sólo se preocupa de meterse en los bolsillos de los pobres y vaciarlos mientras les hace creer que así van a ser más felices. Por suerte, el ejército del Niño Perdido ya sabrá a quien me refiero y le van a dar su merecido a ese mequetrefe enclenque que no para de contar los billetes de su cartera. Estoy seguro de ello. Y si no lo sabe aún, se lo contaré esta noche, justo después de que me despierte con sus golpecitos en la ventana de mi habitación. Como lleva haciendo todas las noches desde que tengo memoria. Para contarme cómo ha vencido una vez más a los piratas en una lucha sin igual, y llenarme la cabeza con las historias de las sirenas y los indios, de los Rugientes y del bueno de Smee y de Tootles y de todos los exploradores embarcados en una nueva aventura. El mismo niño que no para de recordarme lo que fui y lo que nunca debo perder. Nunca Jamás. ¿Verdad que sí, Peter?

Ilusión

Ya huele a Navidad. Las mañanas tienen ese puto frío que te cala los huesos y te hace estar destemplado y con mal cuerpo todo el tiempo. Mis semanas se hacen eternas, sólo las salva lo mejor del día, casi antes de dormir. Tú. Somos receptáculos de emociones, vida, sonrisas, preocupaciones... Un vaivén emocional sin freno que lucha contrarreloj y no se cansa de luchar después de casi nueve meses. Nuestro parto particular viene con retraso. Habrá que esperar a marzo para no preocuparnos de horas ni horarios. Para poder vivir en horizontal lo mejor del día, varias veces incluso. Así que ya he comprado mi boleto particular, ya le he puesto precio a mi ilusión. Más allá de seis números, o cinco números y dos estrellas los viernes. Más allá del subidón bursátil. Aunque, en realidad esta ilusión de la que hablo no tiene precio; y, en caso de que lo tuviera no se podría contar en dólares o euros. Quizá en libras esterlinas... por aquello del cambio. Sí, eso es lo que necesitamos; un cambio. Por pedir...

Temblores

Temblores

Todos los que nacimos a principios de los 70's recordamos con una sonrisa en los labios a Michael J. Fox. Perdón, en realidad recordamos a Marty McFly, su personaje más popular gracias a la trilogía Regreso al futuro, de Robert Zemeckis. Fox lleva más de una década apartado de la gran pantalla y en televisión fue bastante reconocida su participación en la 'sitcom' Spin City: Loca Alcaldía, en la que participó entre 1996 y 2001. Pues bien, el hecho de que no hayan proliferado las apariciones del actor no se debe a que los productores le hayan cogido ojeriza, sino a que desde hace más de diez años Michael J. Fox padece la enfermedad de Parkinson. Por ello ha regresado a la pequeña pantalla, aunque su vuelta no ha estado exenta de polémica, supongo que muy a su pesar.

El tema es el siguiente, los demócratas están a favor de la experimentación con células madre y los republicanos en contra. Es la eterna dicotomía maniquea del bueno/malo. Unos se postulan a favor de la investigación (y la esperanza) y otros creen que el ser humano no puede jugar a ser Dios (si es que existe) y reniegan de toda práctica antinatural. Y en medio de todo este sarao se encuentra el bueno de Marty, ya que desde varios sectores le han llovido críticas. Uno de sus detractores ha sido el locutor Rush Limbaugh —decisivo artífice de la victoria de los republicanos en el Congreso en 1994, durante el mandato de Clinton— que ha acusado al actor de actuar en el anuncio. Las reacciones no se han hecho esperar y han tildado de «vergonzosas» las manifestaciones del periodista, para el que Fox está «explotando su enfermedad». Una enfermedad que lleva sufriendo más de 15 años.

Hay más famosos que han grabado anuncios para apoyar esta corriente de investigación, también hay otros que se niegan. Incluso hay republicanos que están a favor de la enmienda que fomenta el análisis, pero el tema de fondo es otro. ¿Quién es capaz de pensar que un enfermo, por muy actor que sea, es capaz de fingir unos temblores fruto de un tratamiento prolongado y una fase avanzada del mal? Y sólo se me ocurre una respuesta: alguien tan retorcido como para ser capaz de hacer lo mismo si se lo pidieran. Salvo que él no está enfermo... todavía.

Agosto

Acabó de forma oficiosa el verano. Con él se llevó agosto, un mes que tradicionalmente no existe. Periódicos flacos, plazas de aparcamiento por doquier, asfalto exudando calor, el griterío de las piscinas, ausencia de colas en los supermercados... Agosto, en una palabra. Un mes que no existe, que nadie repará en él salvo que esté de vacaciones. Porque, si te toca trabajar en agosto estás deseando que pase pronto.
Hay gente que utilizaba este mes para escapar, para huir de la pegajosa rutina. Pero eso era antes. Ahora los días respiran calma. Pasan veloces, meteóricos; sin embargo, ahora hay un motivo para mirarle a los ojos a este mes que se acaba de ir, y sonreir. Y será así hasta el verano que viene.

Lotería

Lotería
Anoche pensaba mientras dormía en la suerte que tenemos. Somos, y mis somnolientos pensamientos se dirigían en concreto a los seres vivos, y sólo por el mero hecho de existir ya debemos sentirnos afortunados. Es como ganar el sorteo de los euromillones de los espermatozoides. ¿Qué habría sido de nosotros si en vez de a nuestro colilargo gameto el portero del óvulo femenino hubiera dejado entrar a otro? Y así vamos, de carambola en carambola, de suerte en suerte y tiro porque me toca. Sufro de angustia existencial, por eso mi cabeza da vueltas como una lavadora en proceso de centrifugado. Al final, todas las conclusiones son positivas. No hay nada que reprocharle a la vida, quizá la fecha de caducidad. Pero como decía un escritor muy sabio, nuestra muerte es el único modo que tenemos de comprender la inmensidad de la creación. Es la única forma de disfrutar de un amanecer, o una puesta de sol. Sabernos finitos es lo que nos impulsa a luchar, a tener objetivos. Aunque, otras veces la propia levedad del ser nos lleve a menospreciar la vida y jugar con ella a una ruleta rusa continua. Una macraba lotería de la muerte.

Volver

Volver
Cuando uno no se ha marchado nunca del todo es difícil decir que ha vuelto. Sin embargo, a veces es mejor dejar que pase el tiempo para retomar todo con más ganas. O, tal vez no sea cuestión de ganas sino de fuerza. Comienza un nuevo mes, y con él otra nueva aventura. Ahora en un nuevo servidor, con un diseño que se irá adaptando poco a poco a lo que realmente quiero mostrar aquí. pero sin dejar de contar todas esas cosas que vivo —o creo vivir— cada día. Porque esta vida no es más que un cúmulo de pequeñas cosas que acaban conformando un todo. A veces inconexo, otras desmedido. Así somos los seres humanos, caóticos. ¿Por qué iba a ser yo diferente?